La postura de Perkins se mantenía firme y estoica, entonces apareció su esposa proyectando una imagen de dulzura infinita y seguidamente Mary Ann quien, con expresión alegre, agitó sus brazos para saludarlos.
–Bienvenidos –expresó su madre.
–¡Qué alegría conocerlos a todos! –dijo con genuina sinceridad Mary Ann
–Hermosa mía, esta es mi familia –manifestó George orgulloso–, mi madre Evana Wellington, mi padre Ignacio Remington y mi hermano Adrián; él es mi tío Tiberius Wellington, su esposa Raffaella, mi prima Beatrice hija de ellos dos; ella es mi tía Anastasia, su esposo Sergio, sus hijos Matías y Mateo, también vinieron sus prometidas Aryam y Megan.
–Hola mucho gusto, es un verdadero placer conocerlos, yo soy Mary Ann, él es mi papá Emilio, ella es mi mamá Sarita y mi hermano Ben con su novia Luna.
–Adelante por favor –pidió la madre de Mary Ann–, aquí hay limonada recién hecha o si prefieren algo más fuerte, pídanlo con co