Ben Perkins a sus veintidós años ya tenía distinciones en su unidad, todos sus superiores lo halagaban y el personal a su cargo le obedecía sin dudar, desde niño espiaba a su padre cuando se colocaba el uniforme y soñaba con vestirse igual algún día, obviamente que, cuando le dijo al estricto Emilio Perkins sobre su deseo, se lo tomó tan a pecho que de una vez inició su entrenamiento.
La señora Sarita Perkins tenía una personalidad complaciente y consciente de que su hijo veía a su padre como un súper héroe, además de que en cada cumpleaños había expresado que quería ser como él, no tuvo objeciones en la formación militar que su esposo comenzó a impartirle al pequeño.
En el fondo y a medida que crecía, Ben estaba complacido con lo que lograba, pero al mismo tiempo forjaba su propio criterio; cuando asimiló que ser militar era solo una carrera y no su única razón de vivir, sintió menos presión, pero tuvo que ocultarle al estricto Perkins sus verdaderos sentimientos con respecto a su pr