El llanto la dobló sobre sí misma. El dolor en el pecho se hizo palpable, y Angelina estuvo ahí en el suelo por largo rato hasta que una voz delgada y familiar se escuchó desde el otro lado de la puerta.
— ¿Señora? ¿Señora Bonuchi?
Angelina se sobre saltó al escuchar que la llamaban ahora con su nuevo apellido de casada. « ¿Señora Bonuchi? ¿Acaso es una broma? », ella pensó, en su vida imaginó cambiar de apellidos, y menos adoptar como suyo el de un hombre contra la ley, ¡El de un mafioso! Su estómago se revolvió por completo causándole unas terribles náuseas y debió correr al sanitario para devolver la billis, ya que no había comido nada desde… ¡No sabía desde cuando!
— ¡Señora Bonuchi! ¿Está usted ahí? Voy a pasar — Anunció la