Angelina se inclinó hasta el nivel de los pequeños niños y los envolvió en un abrazo cálido y maternal, acarició sus cabecitas y rio con ellos de sus ocurrencias y de sus preguntas y figuraciones a cerca de su tiempo de ausencia.
— Creímos que no regresarías… — Una niña de lazos rojos en el cabello le dijo mientras le tomaba el rostro entre las manos — Te fuiste varios días, y vino la gorda a cuidarnos, pero es abuuuriiiiiiiida, y regañona. — Se quejó.
— ¡Si! Y no nos cuenta cuentos como tú Angelina.
— Y tampoco es tan bonita como tú.
— ¿Y eso que tiene que ver?— La novicia preguntó mientras se reía — Ella también es muy buena persona
— Pues… no sé, pero ella no es como tú — El pequeño sonrió y dejó ver qu