Angelina necesitó un par de minutos y sentarse para digerir lo que estaba viendo en la palma de su mano. Se dejó caer en la esquina de la cama y observó cuidadosamente los cristales perfectamente cortados que expedían un brillo hermoso e inusual.
— Son diamantes… — Dijo inspirando profundamente mientras por su cabeza pasaban mil posibilidades de delitos relacionadas con el tráfico de las piedras — Bueno, Angelina, ¿Y qué carajos pensabas que ibas a encontrar? Sabes lo que él es, sabes que es un mafioso, no podía ser algo mejor, de hecho, creo que es lo mejor, ¡Tal vez pude encontrarme otra cosa…! — Se dijo en un diálogo consigo misma.
La novicia hizo un cálculo rápido, y como buena hija de comerciante supo que tenía en sus manos un puñado de millones y todos estaban justo ahí, en su poder.
— ¡Cuantas cosas se podrían hacer por los niños del orfanato solo con una de estas piedras! — se dijo — Si tal vez él quisiera donar alguna…
La idea cruzó por su mente de manera fugaz, pero lueg