Capitulo VII

El Conde yacía de pie en la sala de estar de la casa Franco, a esperas de Sonya quien nostálgica se despedía de su madre y de su abuelo. No era la primera vez que Howard refugiaba a un humano en su tribu y no tenía inconvenientes en hacerlo, así podía depurar la mala reputación que la falsa monarquía les imputó. Varios de esos refugiados agradecían el gesto apoyando su causa.

-Debemos irnos. El camino es largo. –Dijo el conde, cansado de la prolongada despedida. Antes de que pudiese marcharse, Estela le entregó a su hija el único objeto de valor que la familia podía presumir, un colgante hecho de plata pura.

-Nunca te lo quites. –Aconsejó la madre. Los accesorios de aquel material podían vulnerar a los vampiros, era la manera en la que los ilustres se defendían.

-Estará bien, lo prometo. –Dijo el Conde.

-Tu raza es descendiente del mismísimo Lucifer. Con ustedes, mi nieta, jamás estará a salvo. – Acusó el longevo hombre. –Juró que no descansaré hasta a ver a tu raza devuelta en e
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