Capitulo XVII
A las afueras de la casa Franco yacía estacionada una manola y en su interior estaban sentados Kisha y Howard, sin mencionar al cochero que se mantenía al margen de la situación. Sonya había solicitado un día para ver a su familia, y aunque el Conde prefería mantenerse lejos del anciano purificador, no podía negarle esa petición. Pasaba su mano sobre la cicatriz que lucía su cuello, una quemadura ocasionada por el colgante que Debora le clavó, mientras recordaba con frustración el cebo que siguió con su fragancia. Si hubiese logrado encontrarla, la hubiese asesinado tan atrozmente que nadie caería engañado en la suposición de un accidente.

-¿Por qué la dejaste escapar? –Preguntó Howard, su aliada bajó la mirada a su regazo, nunca antes había desafiado a su líder y el haberlo hecho la llenaba de temor.

-No tengo nada que ver en su huída. –Se defendió con talante sumiso.

-Le pregunté a Sonya por su colgante y me dijo que tú se lo habías quitado. –Dijo Howard sin recibir reclamos de K
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