Xavier

Stacy tiene la espalda plana contra la cama y me está clavando las uñas en la espalda mientras muevo las caderas, frotando mi miembro contra su pierna porque necesito sentir el roce. Y mientras lo hago, beso sus labios .

Cuando me alejo de sus labios una última vez, ella se acerca a la lámpara de la mesita de noche y apaga la única luz que queda encendida en la habitación.

Sin mirarla, le beso la cálida piel del cuello mientras alargo la mano y vuelvo a encender la luz.

Muerdo y succiono la suave carne de su pecho, asegurándome de dejar las marcas donde mañana pueda cubrírselas con la ropa que use para regresar a casa. Y mientras lo hago, ella se estira y apaga la luz una vez más.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto finalmente, levantando la cara para mirarla.

—Apago la luz.

—Déjala encendida. Quiero verte.

—No —dice ella sin vacilar, con mirada suplicante.

No soy idiota. De hecho, diría que soy muy consciente tanto de mis propios sentimientos como de los de los demás, sobre todo
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