Mundo ficciónIniciar sesión*Lucia*
Un círculo de fuego se formó a su alrededor, que después de unos segundos pasó a ser un remolino que fue directo al Rey Vampiro. Yo hice lo mismo y usando de mis anillos hice volar a varios renegados que se habían acercado al auto, remolinos de fuego y viento giraban por doquier y mantenían a salvo el coche volcado donde estaba nuestra hija. La pelea no tardó en ponernos en desventaja, eran muchos los enemigos, los cambia formas no nos daban chance, ninguno de los dos teníamos los anillos adecuados para hacer frente al ejército de los Reyes que se nos habían puesto en contra, nos separamos un poco para cubrir mejor el auto. Varios minutos después pude ver como Ángel caía al suelo unos metros detrás del auto, su vida había acabado a manos de un Lobo. El dolor me invadió y se convirtió en ira, mi energía se descontroló hasta el punto en que destroce a varios de nuestros enemigos sin ningún problema, la sangre manchando el suelo sin dejar rastros de que fue lo que explotó allí. Ya no había nada para hacer, había llegado el final de nuestro tiempo, había visto este momento en varias ocasiones, lo que más me dolía era que jamás podría ver como mi hija se convierte en mujer, ver como se enamora y verla algún día sentada en el Trono de mi familia, colocar la corona Luchestember en su cabeza mientras todas las Razas se arrodillan ante ella. Algún día ella lo logrará, ella regresará la gloria a nuestra familia. Ya habían pasado más de trescientos años desde que asumí el Trono luego de mi padre, el Rey Julius, quien murió años después, la guerra lo había consumido tras perder a mi madre, los Vampiros y otras Razas se habían rebelado ante nuestro reinado, logre la paz gracias al Consejo, pero esa paz pendía de un hilo, todo movimiento estaba cuidadosamente vigilado, un pequeño fallo y los que me juraron lealtad se daban vuelta sin dudarlo, el Consejo estaba atado de manos en muchos aspectos, en este momento hiciera lo que hiciera no había forma de proteger a Reichel. Mi decisión estaba tomada hace tiempo, Ángel no dudó en apoyarme, sabía que lo lograríamos, aunque nuestras vidas se terminaran la de nuestra heredera continuaría durante cientos de años más, ella estaba destinada a darle luz a todos los Seres del mundo y su descendencia uniría a todas las Razas, Lobos, Águilas, Pumas, Hadas y hasta los mismos Hijos del Dios Creador descenderían de los Cielos para unirse a sus hijos. —¡No!—grité cuando Gerard tomó del cuello a Reichel que había salido del auto. Use de todo mi poder y lo mande a volar varios metros poniendo a salvo a mi hija. —Quédate detrás de mí, princesa—dije cuando me acerqué a ella. Ya no tenía tiempo, necesitaba poner el Velo cuanto antes, la energía que giraba a mi alrededor funcionaba como escudo, aunque el mismo Rey de los Vampiros intento atacarnos de nada le sirvió, luego de varios minutos estaban confundidos, no entendían que hacían en ese lugar, se fueron dejándonos solas al no poder vernos, caí al suelo sin energía dejando a mi hija a salvo. Que los Dioses me perdonen, que mi hija me perdoné, lo que hice solo fue por su bien. Perdi la consciencia por un momento y al abrir nuevamente los ojos estaba sentada en el Árbol Familiar, un roble con más de doce mil años, lo había plantado la primera Reina de Todos los Seres Sobrenaturales, mi antepasada. Estaba esperándola, no estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero sabía que ya era el momento, pude sentir como se acercaban al árbol teñido de naranja y rojo que era el punto de reunión en donde los padres podían dejarle un último mensaje a sus hijos. Nuestro espacio en el Mundo Espiritual, un lugar sagrado donde esperar antes de cruzar la Puerta. —Madre—dijo una joven de ojos verdes y cabello negro armado en una cuidadosa y elaborada trenza, estaba envuelta en una sábana, producto del lugar de donde venía. —Te tardaste—dije aun sin saber cuánto tiempo había pasado ya que para mí fue solo un abrir y cerrar de ojos, pude ver el parecido que había entre ambas, ella tenía la expresión seria de Ángel que ocultaba una sonrisa pícara y mucha alegría. —Ya es tiempo de terminar lo que empezaste hace años—dijo ella con una seriedad propia de una Reina. En ese momento bajé de la rama, llevaba un vestido etéreo que me colgaba de los pies y se arrastraba por el suelo, camine a su dirección, la abrace como cuando era pequeña, demostrándole cuánto la amaba. —Estoy orgullosa de ti—dije al oído conteniendo la alegría que me daba volver a sentir su energía a mi alrededor. Había crecido con una belleza envidiable, su figura ya era la de una mujer que se cuidaba y se preocupaba por su cuerpo, los años aún no habían pasado por su vida, ella envejecería como una humana sino tomaba el Trono de nuestra familia. —Mi pequeña—dije pasando mis manos por sus mejillas—debes confiar en tu familia, en tu compañero y en tu Loba—terminé mientras miraba a la Loba de pelaje y ojos blancos que estaba detrás de nosotras, un Ser con una capacidad espiritual impresionante. —Estoy asustada—dijo ella intentando calmar sus lágrimas. —Lo sé mi pequeña, no tenemos mucho tiempo—dije dándole el anillo de mi padre, uno que tenía tanto poder que había pasado de generación en generación desde los primeros Portadores de Joyas—confía en los Dioses, y confía en cada uno de tus grandes amores—concluí para darle un beso en la frente. Ella se desmayó, al igual que su Loba y la energía que desprendían me inundó completamente, por fin podría descansar en paz, por fin podría ver a Ángel otra vez. Nuestra hija nos haría sentir orgullosos.






