A Luciana le había gustado aquel gesto por parte de Maximiliano, pero no era suficiente para perdonarlo por lo que le había hecho, así que, después de que Olivia se marchara, soltó su mano y se alejó un poco.

En ese instante decidió cambiar su discurso, ya que al principio pensaba contarle todo lo que Olivia, junto a Verónica, le había hecho cuando recién se casaron; sin embargo, no tenía pruebas de ello, pues ahora el personal estaba bajo el mando de Olivia y casi todos estaban de su lado.

De lo que sí tenía pruebas era de que Bastián no era hijo de Maximiliano y, si llegado el caso, él no le creyera nada de lo que iba a revelarle, solo tendría que decirle que, si dudaba de sus palabras, se hiciera una prueba de paternidad. En el peor de los casos, al menos ya le habría sembrado la duda, y estaba más que segura de que su esposo terminaría haciéndose la prueba, pues no era un hombre tan ingenuo.

Tras meditarlo, comenzó a hablar:

—Lo que te quería decir con tanta urgencia era… —hizo un