Leonardo sostuvo la mirada de Isabela con intensidad, como si temiera que, si parpadeaba, ella pudiera desaparecer. Había esperado tanto ese momento, la oportunidad de estar cerca sin que ella lo rechazara de inmediato.
—De acuerdo —dijo ella con un suspiro, desviando la mirada.
—¿De acuerdo con qué? —preguntó él con cautela, sin querer asumir lo que tanto deseaba escuchar.
Isabela tomó aire antes de responder.
—Puedes estar cerca de mí, sin evasivas… sin que tenga que esquivarte o alejarme.
Los ojos de Leonardo brillaron con esperanza.
—¿Eso significa que…?
—Significa que te veré esta noche. Pero ahora… ahora quiero estar sola.
Leonardo asintió, entendiendo que ella aún necesitaba su espacio.
—Está bien, Isabela —dijo suavemente—. Me iré. Pero volveré.
Ella no respondió, solo lo vio alejarse hasta que la puerta se cerró tras él. La estancia quedó en un silencio abrumador.
Con un suspiro pesado, Isabela se acomodó en el sofá y llevó las manos a su vientre. No era muy notor