Mudarme parecía fácil. Tan fácil como empacar y llamar a
una empresa de mudanzas. Claro, fácil. Pero no contaba con
Liv que odiaba la silla del coche, un coche nuevo que había
comprado con el dinero del monstruo.
Jason me había asegurado de que no necesitaba un coche
en Lake Spring, la casa estaba cerca del centro médico y
todo estaba ahí, tiendas, guardería, farmacia. Pero quería
tener la posibilidad de marcharme cuando me apetecía, sí
quería ir a la ciudad no tener que esperar a un taxi o pagar
los precios desorbitados.
Liz me acompañó al concesionario de coches y al
principio pensé que era una mala idea, ni una de las dos
tenía idea de coches y eso fue claro cuando Liz se puso muy
contenta al ver un coche rosa. Puse los ojos en blanco y la
llevé a un todoterreno. Ahí nos encontró un vendedor y
aunque yo no sabía nada de coches, sabía cuando
intentaban estafarme.
Al parecer, Liz también sabía