Capítulo ciento veintisiete. Colores en la cuna.
— — — — Narra Amy Carlson — — — —
Volvimos a casa esa misma tarde, escoltados, como si fuésemos personas importantes… o en peligro. Supongo que ahora éramos las dos cosas.
Brad me ayudó a bajar del auto como si mis huesos fueran de cristal. Ni siquiera protesté. Por primera vez en semanas, me dejé cuidar sin escudos, sin ironías.
—Sube despacio —me dijo—. Yo traigo tus cosas y luego empezamos con lo del cuarto.
—¿De verdad vamos a hacerlo hoy?
—Hoy. Ya. No pienso dejarte ni media noche más sin saber que esos tres van a tener el lugar más bonito del planeta.
Me apoyé en su brazo, agradecida. El cansancio era más mental que físico, pero el cuerpo también pedía tregua. Cada escalón era un suspiro.
El cuarto de los bebés seguía como lo habíamos dejado: paredes a medio pintar, muebles sin armar, cajas con etiquetas que decían ropa cero a tres meses, pañales, móviles, libros de tela.
Era un caos dulce. Un caos con promesa.
Brad se detuvo en l