Capítulo ciento treinta y uno. Agua y silencio
— — — — Narra Amy Carlson — — — —
No sé cuánto tiempo estuvimos ahí, bajo el agua. El vapor empañaba todo, incluso mis pensamientos. Era como estar flotando entre dos mundos: el de afuera, donde todo parecía peligroso, y este pequeño refugio que habíamos creado con nuestros cuerpos.
Brad no hablaba. Solo me sostenía. Y yo tampoco tenía ganas de romper ese silencio.
A veces, cuando todo tiembla alrededor, lo único que calma es sentir a alguien respirando junto a ti.
—¿Sabes en qué pensaba? —dije al fin, apoyando la mejilla en su hombro.
—¿En qué?
—En cómo llegamos hasta aquí. En que hace un año exacto yo me despertaba sola en un departamento frío. No había bebés. No había “nosotros”. Solo trabajo, café frío y miedo a volver a amar.
Él me apretó un poco más.
—Y ahora tienes bebés, té tibio y a un tipo medio obsesivo que se desvive por ti.
—No medio. Completamente obsesivo.
Sonrió.
—Te amo.
—Y yo a ti.
El agua ya empezaba a perder temperatur