La noche había caído con violencia sobre Madrid. La tormenta se desataba con truenos poderosos que sacudían las ventanas de la Residencia Fort. Las cortinas se agitaban por ráfagas de viento, y los relámpagos iluminaban por segundos el cielo encapotado.
Era una noche para romper el silencio.
Sofía se encontraba en el salón, sentada en el sofá, acariciando con ternura su pequeño vientre de cuatro meses. Inés había preparado té de tilo, y aunque la joven intentaba mantener la compostura, sus manos temblaban ligeramente.
A su lado, Catalina, con rostro serio y los brazos cruzados, lanzaba miradas constantes hacia la puerta. Axel llegaría en cualquier momento con el investigador privado.
Desde la desaparición emocional de Naven, habían pasado tres meses.
Tres meses de distancia. Tres meses sin respuestas claras. Tres meses de oscuridad que empezaban a resquebrajarse.
La puerta se abrió de golpe.
—Aquí están —dijo Axel, empapado por la lluvia, entrando junto a un hombre de traje osc