Después de una hora la pequeña mujer toma la decisión de salir afuera. El jardín lucía silencioso a esa hora del día. Las sombras de las enredaderas cubrían los senderos con trazos difusos, como si el sol no pudiera decidirse entre esconderse o asomarse por completo. Sofía caminaba descalza sobre el césped, buscando en el frescor algo que le aclarara el alma. Ares se quedó dentro del departamento, quizá intuyendo que ella necesitaba estar sola.
Su mente no encontraba descanso. Las palabras de Geraldine, la mirada de Naven en la mañana, el silencio durante el desayuno... todo comenzaba a pesar como una carga invisible que le presionaba el pecho, que la perseguía dentro y fuera de las paredes de la Residencia y su Departamento.
Fue entonces cuando escuchó pasos detrás de ella. Se giró con lentitud, esperando ver a Inés o incluso a Catalina.
Pero no era ninguna de ellas. Y nada más le faltaba ver a esa persona para que su día se complicará aún más.
Brenda.
La figura elegante de la mujer