La decisión de Rasen de unirse como protector para la Comunidad de los Trece marcó el inicio de una etapa llena de pruebas, intrigas y enfrentamientos que pondrían a prueba su cuerpo y su espíritu.
Aquella última noche antes de aceptar la propuesta de Steven fue inquietante. Steven se mostraba tenso, su usual arrogancia opacada por una preocupación latente.
—No hay margen para errores. Aprende, adáptate y supera a los demás. —Su tono era seco, como si diera una orden que no admitía réplica.
Le entregó un bolso con suministros básicos, un carnet con una nueva identidad y una misión clara: demostrar su valía.
El internado, ubicado en el corazón del desierto, era más una prisión que una academia. Desde el primer día, la hostilidad impregnaba el aire.
—Ipse est loser.
Las carcajadas resonaron tras él. No necesitaba entender latín para captar el desprecio en sus voces.
—¿Nuevo, verdad? —Una voz despreocupada lo sacó de su ensimismamiento. Un joven de rostro afilado, sonrisa confiada, y unos