El calor del fuego azul lo llenaba todo, retumbando en el aire como una tormenta viva. Las paredes del lugar, ya agrietadas por la presión del caos desatado, comenzaron a desmoronarse mientras las figuras de Sariel y Varek se alzaban como titanes en un enfrentamiento final. Sanathiel y Salomón, que hasta ese momento habían luchado con ferocidad, se vieron obligados a retroceder cuando Varek levantó una mano en señal de alto.
—Lo siento, hermano, pero esta pelea... es mía. —La voz de Varek resonó con un eco sobrenatural, mezclada con dolor y determinación.
Antes de que Sanathiel pudiera detenerlo, Varek se impulsó hacia Sariel. Su espada, bañada en su propia sangre inmortal, atravesó el pecho de Sariel. La oscuridad que envolvía el lugar pareció encogerse, cediendo momentáneamente, pero en el último instante, Sariel se tambaleó y la oscuridad volvió a expandirse como una bestia herida. Varek, atrapado en el colapso de su enemigo, lo sostuvo en sus brazos mientras ambos descendían al su