Después de que supe la verdad, le pedí a Mateo que tratara de contactarse con esa mujer, pero sin tentarse el corazón, ella le ha rechazado cada reunión que le he solicitado y desde entonces no contesta ninguna de sus llamadas.
No es que en verdad quiera humillarme y pedirle una disculpa, ya que aún recuerdo la cachetada que me dio frente a mis empleados y, de solo pensar en eso, me hierve la sangre. Sin embargo, mi abuelo me dio un ultimátum, por lo que no me queda más opción que presentarme en su casa, aun cuando no lo deseo.
Estoy seguro de que su ama de llaves me mirará con esos ojos de pistola como la vez pasada y no me dejará pasar, pero debo armarme de paciencia y tratar de convencerla de regresar.
Una vez que estoy frente a su puerta, toco el timbre dos veces, espero pacientemente hasta que me abre su ama de llaves y, justo como esperaba, me hace mala cara.
—¡Buenas tardes! ¿Podría hablar con la señorita Camille? —pregunto en un tono bastante amable en un intento de sonar amiga