Después de casi una hora llegamos a nuestro destino, La Torre de Alta Mar, y en la entrada ya nos está esperando Leonardo, con una enigmática sonrisa en su rostro, le da las gracias a Mateo y entrelaza su mano con mía hasta llevarme al interior del restaurante.
Con cada paso que damos, me percato de cómo atrae la mirada de varias mujeres, sin dudarlo ni un segundo enredo mi brazo en el de él con un poco de posesividad y muerdo mi lengua para decirles nada.
—Tomen asiento, por favor —nos indica un mesero.
Leonardo abre la silla por mí y, tomando asiento frente a mí, sujeta mi mano sin dejar de guiñarme el ojo.
—¿Te gusta? —inquiere, besando mi mejilla.
—Es muy hermoso —confirmo, asombrada por la hermosa vista que se aprecia desde aquí. Es espléndido presenciar como el mar Mediterráneo brilla bajo la luz de la Luna.
Leonardo
Veo como Camille baja del carro en compañía de Mateo y cuando me regala una hermosa vista de ella, usando el vestido que pedí a Mario trabajar especialmente por ella