Leonardo
Después de una semana en la que mi abuelo ha estado fuera del país, negándose a confesarme dónde se encuentra, me hace sospechar que me está ocultando algo y este sentimiento se intensifica cada vez que intento contactarlo y su móvil está apagado. Sin poder descifrar de qué se trata, me quedo pensando en ello para encontrarle una explicación lógica a su forma de actuar cuando recibo una llamada suya.
—¡Hola, abuelo! ¿Cómo estás? ¿Ahora, si ya piensas decirme dónde te encuentras o tendré que averiguarlo por mis propios medios? —le recrimino, jugueteando con la pluma entre mis dedos.
—¡Hola, hijo! Estoy bien, por milésima vez —se queja, lanzando un bufido—, ya que insistes tanto, por fin te diré dónde me encuentro. Estoy en Portofino, quiero que vengas a visitarme, pero debes de llegar el domingo sin ninguna excusa, ¿me entendiste? —enfatiza recalcando cada palabra y la forma en que lo dice me hace pensar que está más raro que de costumbre. Él nunca es de exigir algo en específ