La voz de Rous temblaba al otro lado de la línea, cargada de algo que Caleb no lograba descifrar del todo. —Caleb… hay algo que tenemos que hablar. En persona —dijo ella, con un tono suave pero firme—. No puede esperar.
Caleb apretó el teléfono contra su oído, sintiendo el peso de esas palabras hundírsele en el pecho. —Rous, no puedo salir ahora —respondió con una calma forzada—. Estoy en medio de algo muy importante, y no puedo ausentarme.
Hubo un breve silencio. Luego, la voz de ella regresó, más dulce, pero también más quebrada: —Entonces te esperaré en el departamento. No tardes, por favor. En cuanto termines… No dudes en regresar a toda prisa.
La llamada terminó y el eco de su voz quedó vibrando en la mente de Caleb. Se quedó mirando la pantalla apagada del teléfono, sintiendo un vacío que no lograba explicar. Algo en las palabras de Rous le había inquietado más de lo que quería admitir.
Guardó el dispositivo en el bolsillo y respiró hondo. Sabía que no podía hacer nada en ese mo