El destino comenzó a tomar forma, a encajar sus piezas como deberían estar y sin alterar el rumbo de la vida de cada uno en su tiempo. Pero para Rous del futuro la vida que el mundo le ofrecía no era siempre lo esperado, ella deseaba más sin poder dejar a Caleb, por un lado.
Luego de responderle a Rous, Milán bajó primero y le ofreció la mano. Su tacto era firme, pero había en él una extraña ternura, como si quisiera demostrar algo que no era fácil de hacer sentir.
Rous dudó, pero lo siguió. La puerta se cerró detrás de ellos con un eco profundo, como sellando algo más que una simple entrada. Por dentro, la penumbra se tragaba cada forma. Solo las luces acompañaban el trayecto hacia la habitación que Milán había decidió llevar a Rous.
Para Rous era todo nuevo, no había contado con la fortuna y la dicha de ingresar a uno de los edificios mas elegantes de la zona y sin duda no al edificio que ponderaba el lujo y la extravagancia con medida, en una ciudad donde las luces neón predominaba