En el suelo, con Rous retorciéndose como un animal herido, el observador se levanta y camina lentamente hacia ellos, la jugada ya estaba consumada y solo debía continuar actuando.
Arranca al otro hombre de encima de ella con un gesto brusco. —Parece que necesitas una lección sobre paciencia... y sobre quién manda aquí realmente.
Toma a Rous de las caderas y la coloca boca abajo, inmovilizándola contra el piso con su peso mientras el otro observa con ojos brillantes de lujuria contenida lo que se venia en ese instante de plena excitación. —Vas a suplicar... pero no voy a darte lo que quieres hasta que aprendas a merecerlo.
Sus dedos trazan líneas de fuego por su espalda, deteniéndose justo en la entrada de su palpitante estrecho abierto a continuar recibiendo placer.
El aire se espesa con gemidos entrecortados y la tensión de tres cuerpos al borde del abismo, pero sin caer, manteniéndose en ese limbo dolorosamente placentero donde cada respiración quemaba.
Él sonríe bajito mientras dib