Aunque no le gritó, Teo sintió la presión de cada palabra - Entiendo - forzó el susurro.
Entonces, alguien se acercó a la entrada - ¡¿Teo?! - estiró el cuello a la oscuridad. El viejo dio un paso atrás. Teo pasó enfrente, saliendo de las penumbras como si fuera una manta que se deslizaba de su cuerpo. Enseñando los pies, las piernas, el torso y por último la cara - ¿lo encontraste? - Oliver preguntó; mientras Edgar esperaba en la calle con los brazos cruzados.
-Sí - levantó la mano, agitando el bolígrafo y el cuaderno en ella. Luego, los metió en su bolsillo. La bolsa con el postre colgaba del otro lado.
Bajaron las gradas; en tanto los portones se cerraron - hoy la luna alumbra más, se ve