En la planta de abajo del centro comercial, Andrey consultó su reloj por tercera vez. Media hora, no es, que no estuviera acostumbrado a esperar a una mujer, pero dos mujeres que le estaba pasando desde que se inventara aquella historia esa misma mañana.
— Andrey estas como nervioso, o impaciente.
— Las dos cosas como las mujeres tardan para llegar.
— Andrey están de compra eso tarda, no es fácil para Barayenlyn.
— Bueno seguiremos esperando.
— Para que le inventaste, esa historia a esa muchacha, si usted no es hombre de eso.
— Ya eso esta hecho después hablaremos de ello.
— Esta bien Andrey.
Jamás trataba a nadie personalmente después de la muerte de su mujer, pero aquella joven hacía que su libido le ardiera, de tal modo que lo empujaba a tenerla a su lado. Al menos, las chispas que saltaban de él lo mantenían despierto y funcionando.
Eso lo había sorprendido porque amaba a su mujer, pero aquella pequeña criatura lo incitaba al deseo carnal. Brany seguía observando las vitrinas de