La cabeza de Malakai palpitaba con una mezcla de molestia y preocupación. ¿Cómo se suponía que cuidaría a su luna y cachorro si ella se negaba a seguir sus órdenes más básicas? La imagen de Natalie limpiando las botas con un gesto despectivo lo enfurecía aún más.
—Te dije que no irías, Natalie. —dijo Malakai, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba ligeramente— Le diré a Nero y Terry que se ocupen del restaurante, mientras tú te quedarás aquí y harás reposo. — Natalie elevo su rostro, enfrentándose a Malakai con una mirada desafiante, sus ojos brillando con furia.
—Y yo te dije que me importaba tres cacahuates —respondió con voz cortante—. No eres nadie para darme órdenes y no te atrevas a menospreciar mi trabajo y mi esfuerzo.
La tensión entre ellos era palpable, y la furia bullía en el interior de ambos, pues Malakai reflejaba su preocupación y su necesidad de imponerse como el Alpha que era, mientras que Natalie mostraba su altivez y su enfado, sin intención de ceder.