Malakai observaba a su compañera, su luna, ahora que la podía oler, y que la había marcado todo era más fácil de comprender, por ejemplo, el Alpha se había percatado que cuando su luna llegaba al clímax sexual, el aroma a flores silvestres se intensificaba, fue por ello que aquella noche en el granero su instinto casi lo lleva a marcarla, ahora estaba disfrutando de esa bruma, la felicidad olía a Natalie, como todo aquel cuarto, su lobo gozaba de una calma que jamás había creído posible sentir, aun así, sabía que tenía cosas por hacer.
Con un cuidado casi ridículo, Malakai se puso de pie, asegurándose de que Natalie aún dormía plácidamente a su lado. Se vistió con un pesar que parecía pesar sobre sus hombros, como si el peso de la responsabilidad fuera a arrancarlo de la felicidad que había encontrado en los brazos de su luna. Su mayor anhelo era quedarse en la cama con ella, disfrutar de su cercanía y sentir su calor, esa intimidad que tantas veces le había quitado el sueño. Estaba c