XLVI Cortocircuito cerebral

Kamus ayudó a Úrsula a levantarse. La rodeó de la cintura al notar que le era doloroso estar de pie y la guio al sillón. Ella se sobaba la frente.

—¿Qué carajos hacías detrás de la puerta?

—Te estaba buscando... —respondió, con una mueca de dolor.

Él fue por un analgésico y una compresa fría, que ella se apoyó en la frente. La tenía enrojecida.

—Descansa un momento.

Úrsula echó la cabeza hacia atrás, reclinándose en el sillón. Respiraba agitadamente y, de vez en cuando, dejaba salir unos suaves gemidos adoloridos. Su cadera se sentía en llamas, el coxis le ardía y estar sentada era una tortura. Intentó ponerse de lado para minimizar la presión.

La falda se le había subido. La mano de Alfonso se apoderó del muslo que se asomaba. Lo masajeó, con claras intensiones de ir a por más.

Ella lo miró con confusión por entre la compresa. La mano no dejaba de subir.

—Alfonso, estamos en la oficina —lo regañó.

Él se acercó más todavía, se inclinó sobre ella.

—¿De verdad? No me había dado cuenta —
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