Cuando Dante sale de casa, una tristeza me embarga.
Mi día con él fue mágico.
Todo lo que salía de su boca eran palabras irreconocibles.
Me encantó tanto, que no quería que terminara.
Ojalá, que algún día, en algún momento, los dos podamos escapar de todo esto y simplemente vivir una vida normal.
Aunque si eso nunca sucede, igual lo aceptaré.
De todos modos...yo lo elegí así, aún sabiendo quién era.
Aún sabiendo lo que hace...
Voy a la cocina por algo de comer. Tomo una sola rebanada de pastel, respetando lo que me dijo: que no me sobrepasara.
Y no niego que deseo más. Estaba delicioso.
Supongo que esa era su manera de proteger a nuestro bebé, aunque no lo demostrara.
Aunque la paternidad todavía no hubiera florecido en su interior.
Voy al estudio. Veo la pintura del cuerpo de mi hombre. La toco con delicadeza. No quise pintar su cara.
Bastaba con su cuerpo. Le faltan detalles de limpieza, pero no importaba.
Era perfecto de cualquier modo.
Ya es un poco tarde y él no regresa. Miro el