Estoy sentada en el restaurante y me parece de mal gusto tener que esperar a este sujeto.
De pronto, mi teléfono vibra con la notificación de varios mensajes.
—¿Esto es en serio?
No puedo creer cada cosa que estoy leyendo.
—¡Argh! Solo a mí me pasan estas cosas...
Escribo un único mensaje:
«No me gustabas, imbécil, poco hombre. Solo quería sacarme de la cabeza a alguien, pero ni ese es tan imbécil como tú.»
Bloqueo la pantalla, pido la cuenta del agua que bebí y salgo del lugar hacia mi coche.
Manejo hasta casa y llamo a Laura para saber de los bebés. No responde, pero no me asusto; suele quedarse dormida vigilándolos en su habitación.
Al llegar, apago las luces del coche y bajo con mi bolso en la mano, equilibrándome con mis tacones altos.
Me había vestido muy elegante, ya que ese hombre tiene buen estatus, pero me siento avergonzada por todo lo que me escribió.
No sé, pero la noche se siente pesada, algo incómoda.
Tal vez es por lo sucedido de hace una hora.
Abro la puerta. Las luce