Victoria
Ya estábamos frente a la propiedad. Adrián apagó la moto, y yo bajé desesperada, corriendo hacia la entrada.
—¡Espera, Victoria, detente! —me advirtió él, pero ignoré su voz. En ese momento, el desespero era más fuerte que cualquier razonamiento.
Corrí hacia el Renacer sin pensar en las consecuencias que Adrián ya me había explicado. Impacté contra una pared invisible que me lanzó de bruces al suelo. Una fuerte descarga me recorrió entera, impidiéndome respirar. Caí convulsionando, con el cuerpo sacudido por una corriente eléctrica abrasadora. Adrián corrió a socorrerme.
El dolor no cedía