Capítulo 82 – Un invierno lleno de promesas
Virginia Herbert llevaba días sintiendo cómo la paciencia se le escurría entre los dedos. Desde la exhibición del invernadero en el Palacio Real, el duque de Richmond había demostrado una perseverancia que bordeaba la insistencia. No había pasado una sola mañana sin que el duque enviara una nota, un obsequio o, en su defecto, hiciera una visita personal. Su presencia se había convertido en una constante tan inevitable como el amanecer.
No le desagrada el duque. En realidad, Richmond tenía modales impecables, sabía conversar y su sonrisa ―esa sonrisa ligeramente torcida que él creía disimulada― podía resultar encantadora. Pero Virginia estaba muy consciente de la otra verdad: las intenciones del conde Derby, protector y tutor de ella, eran aún más insistentes. Él había decidido que la joven debía casarse, y mientras más pronto, mejor.
Aquella mañana había sido la gota final.
Primero fue el señor Mallory, un caballero con pretensiones literari