El día amaneció con un cielo cubierto de nubes que se deslizaban lentas, como si no tuvieran prisa por abandonar Londres. La partida estaba prevista para media mañana. Virginia se había despertado temprano, nerviosa por el viaje de dos días hasta Derby. Amanda la vistió con un traje de viaje más sobrio, de un tono verde musgo, y le preparó un pequeño bolso de mano con lo necesario para el trayecto.
El conde la esperaba en la entrada, apoyado en su bastón. Su figura, aunque debilitada por los años, imponía respeto. A su lado, un carruaje elegante tirado por cuatro caballos relinchaba con impaciencia.
—¿Lista para la aventura, señorita Virginia? &mdash