Capítulo 10 – Entre rezos y despedidas
Los días en aquel hospital se sucedían como una sucesión de claros y sombras. Virginia no podía medir el tiempo con precisión porque la línea que separaba la vigilia del sueño se borraba a cada sorbo de láudano. A veces despertaba en plena noche, sudando, creyendo escuchar voces en inglés moderno, y en cuanto intentaba enfocarse volvía a encontrarse rodeada de rostros extraños, de monjas que rezan letanías, de paredes húmedas iluminadas por velas que se consumían lentamente.
Por momentos pensaba que seguía soñando, que en cualquier instante volvería a abrir los ojos y estaría en su hotel de Londres, con su cuaderno de viaje sobre la mesa y un café humeante a medio terminar. Pero luego el olor agrio de las hierbas, la aspereza de las sábanas y la rigidez de la ropa que le habían dado le recordaban que no había despertador ni desayuno inglés que la devolvieran a la realidad que conocía.
Las monjas seguían administrándole la medicina. Cada vez que e