La cena concluyó en un absoluto desastre. Leila, furiosa y con el orgullo herido, consumió una copa de vino tras otra, abandonando toda semblanza de compostura.
Mientras tanto, Cloe apenas probó bocado; su corazón estaba demasiado cargado de tristeza como para concentrarse en otra cosa.
Cuando todos comenzaron a dispersarse, Cloe se inclinó hacia Ethan, susurrándole: —¿Me darás unos minutos más para hablar con mi abuela?
Ethan, con una mirada comprensiva, asintió.
Mientras Cloe se dirigía a la habitación de su abuela, se cruzó con su tío en el pasillo.
—No dejaré que te quedes con lo que por derecho me pertenece —escupió con un tono cargado de resentimiento—. Abriré un juicio legal. No sé qué hiciste para convencer a mi madre, pero no te saldrás con la tuya.
Cloe lo miró, cansada y herida.
—Tío, no hice nada. Esto es el karma pasándote factura. Desde que tengo uso de razón, tú y Leila me han tratado como una recogida, cuando bien sabes que soy parte de esta familia.
Él se rió con am