62- El juicio de la loba mentirosa.
A mitad del camino hacia la manada, Gregor, sin poder transformarse, trastabilló, mientras su respiración se volvía errática y el sudor le perlaba la frente.
Cloe, que iba caminando delante, se detuvo, mirando de reojo que él apenas podía mantenerse en pie, y no lo pensó dos veces. Lo sostuvo sobre su hombro con fuerza, sintiendo el peso de su cuerpo.
—¡Aguanta, alfa Gregor! —le ordenó.
Él intentó hablar, pero solo un gemido ronco y avergonzado, escapó de su garganta.
La conexión con Ragnar… apenas la sentía. Era como si su lobo se hubiera desvanecido en la bruma.
Cloe cerró los ojos y, invocando su poder divino, que los envolvió a ambos en una ráfaga de luz plateada. El aire a su alrededor chisporroteó antes de desaparecer, teletransportándolos directamente frente a la cabaña.
Cuando cruzaron la puerta, todos se pusieron de pie de inmediato.
—¡Madre! —gritaron los príncipes —. ¿Dónde están nuestro padre y Elyria?
—¡Sí, mamá! ¿Dónde están ellos? —inquirió Thalia, con su mirada fija