Capítulo 3

—Vaya, no son falsos los rumores de su carácter indomable. —El caballero abrió una silla, la invitación perfecta a sentarme y que acepte con gusto, cruzando mi pierna una encima de la otra, dispuesta a dejar en claro que dentro de mí prevalece una confianza firme, algo no podrá quebrar fácilmente.

Debo mantener intacta esa imagen donde me ve como una mujer de carácter, después de todo el no parece quedarse atrás, sus rasgos semi asiáticos acompañados de una barba levemente crecida imponen presencia, este hombre marca territorio a donde sea que vaya con esa combinación de cabello y ojos negros como la noche.

—¿Que deseaba hablar conmigo?

—¿Gustas tomar algo? —Cambio el tema, una especie de burla con tal de no hablar de sus objetivos esta noche. —Yo invito.

—Que caballeroso, Han Emris. —Si, una combinación de apellido y nombre bastante exótica, no lo voy a negar. —No quiero pensar en la reacción de mi marido cuando se entere de que su mujer está con la competencia, así que mejor habla rápido.

—Para ser sincero, no creo que usted le tenga tanto aprecio a su esposo como para que le preocupe ello. —Su espalda cayó en dirección hacia el asiento, relajando cada parte de su cuerpo bajo mi mirada. El sabe que es imposible no mirarlo.

¿O acaso es imposible para mí? Que lo veo tan atractivo y apetecible como…

Un cigarrillo.

Que asco. ¿En que me he convertido?

—Tengo aprecio al apellido de mi familia, el cual no deseo manchar con una fama de infiel.

—Usted es libre de pecado.

—Un hombre que ya cometió el delito, siempre acusará a su mujer de infiel a pesar de su inocencia. Pensé que el mundo de la televisión lo haría más consciente de estas situaciones, siempre pasa hasta en las novelas más originales.

—No me interesa mucho una novela romántica, soy más de algo erótico, donde los sentimientos no dan rodeos y todo siempre es claro, directo.

—No lo demuestra.

—¿No? —preguntó indignado, elevando una de sus cejas.

—Si le gustarán tanto las cosas directas como dice, ya me habría planteado el por qué me tiene aquí.

—A veces esos casos no aplican para mí mismo, señorita Castillo. Aunque no niego que su carácter es encantador, nunca conocí a una mujer que esté tan a la defensiva como un chihuahua.

—¿Te burlas de mí, hijo de-

—Solo sugiero que es encantadora. —Me calló de inmediato, haciendo que muerda mi lengua de los nervios.

¿Qué le pasa a este hombre?

—Sí no me contará nada o hablara de nada, me retiro. —Mis dedos tomaron mi cartera, a punto de irme de este lugar justo como llegué.

Una acción que fue interrumpida por el hombre, no tuve siquiera tiempo de darle un certero golpe con el bolso, su mano tomó mi brazo y sólo bastó eso para hacer que quede estática, recibiendo por completo esa caricia donde su mano se paseó por completo en mi piel, llegando hasta mi hombro.

Un empujón bastó, sólo eso él necesito para hacer que me vuelva a sentar.

Quizás suene como una desesperada, pero una mujer de casi 25 años que nunca ha estado con ningún hombre, hace para ellos más fácil el trabajo.

Solo una caricia bastó para que mi vientre diera un vuelco por completo, la idea de ser una mujer infiel hasta se comenzó a ver tentadora cada vez que dirigía mis ojos a la oscuridad de la mirada de Emris.

Fue aún más deseable cuando recordé que mi esposo debía estar con su amante ahora mismo, gozando de una noche apasionada.

Además, nada fue más tentador que imaginar la cara que pondría Dylan si se entera de que me acosté con el dueño de la competencia.

Sería gloria, todo un poema.

—Se que carece de aprecio a la familia Monteros, quedó claro desde el día de su boda.

—¿Eso que tiene que ver contigo?

—La riña entre la familia Monteros y Han es desde hace años atrás, cuando mi padre era poseedor de la empresa ya existía esa riña y persiste hasta el día de hoy. —Se apresuró a explicar, como si no deseara perder mi atención, tanta era su concentración que ni siquiera se sentó.

—Aja…

—Quiero acabar con eso. No, quiero acabar con ellos. Cometieron el error de meterse con mi madre, la llamaron prostituta en televisión nacional y la demanda no procede porque los jueces temen a tu padre, por mucho que él no interfiera en esa situación.

—Ridículo, si fuera por mi padre los mete a todos en prisión.

—Pero tú no quieres eso. ¿Cierto? Tú quieres ir más allá que solo hacer que vayan a prisión, quieres hacerlos pagar con la misma moneda que te dieron a ti.

Mis cejas se elevaron, al fin tenía mi atención por completo.

—Tu quieres humillarlos en televisión, justo como hicieron contigo y tu padre. ¿O me equivoco?

No, no lo haces, carajo.

Deseo con toda mi alma que la familia Monteros quede como una completa m****a ante televisión nacional e internacional, lo tuve claro desde el principio, así como el pensamiento de que sería un sueño frustrado.

—¿Qué quieres que haga…? —La pregunta salió como un susurro apenas existente de voz, él lo escuchó alto y claro, ya que la sonrisa se asomó en su rostro como una demostración de éxito.

—Solo necesito información.

Claro, para arruinar a la familia Monteros por televisión necesita información.

Algo de pruebas y algunas fotos, quizás.

Si no ¿Cómo va a transmitir?

—Creo que tengo el primer paso perfecto para esto.

Emris se sentó, la desesperación pasó a segundo plano cuando ya está casi confirmado que seremos aliados. Aunque él no parece darse cuenta aún de eso, su mano permanece alrededor de mi muñeca con insistencia, como si quisiera evitar que escapara.

—Habla.

—Pero tengo mis condiciones.

—Joder, solo habla.

—La información que revelare no puede aparecer en televisión como si fuera yo el emisor, debe asegurarse que parezca que fue información sacada de una investigación de terceros. —El hombre asintió, al parecer bastante de acuerdo con mí condición. —No toda la información te la podré dar completa, hay aspectos de esta familia que desconozco, así que tendrás que investigar ciertos detalles por tu cuenta.

—No me molesta en absoluto, señorita Castillo.

—Es un gusto saber que es así. Por último… pues que me compres algo de comer. —Mencione, sintiendo mis tripas retorcerse por el hambre real y no otro tipo de hambre más carnal.

Una sonrisa se asomó por los labios del hombre, divertido por mi sugerencia.

—Lo iba a hacer de todas formas.

—Es bueno saberlo, pero no hablaré hasta que pidas primero.

Una carcajada se escuchó en la mesa, la típica risa de hombre adinerado que quedó plasmada en mi cabeza, junto a la visión de ese hombre llamando a la mesera y pidiendo una gran cantidad de comida para llevar.

Ver desde esos brazos marcados con ciertas venas y músculos exquisitos, la clavícula casi a la vista por ese botón mal abrochado de la camisa, su garganta moverse a medida que hablaba.

Estoy grave.

Tan grave que dudo que los juguetes sean de ayuda en algo.

—Muy bien, ya pedí. ¿Vas a hablar?

Di un pequeño asentimiento, deseando salir de ese mundo de deseos carnales con tal de volver a dar algo de atención al hombre.

Cuando lo logré, o al menos solo un poco, solté la información.

—La madre de Dylan Montero, Claudia Montero, es una diputada en una posición que defiende los derechos de la mujer. Siempre toca un tema controversial: el aborto. —Di una pausa, sonriendo al ver llegar un café frío con crema batida encima que fue entregado a mi persona, dando un gran sorbo antes de continuar. —No me atrevo a opinar respecto al tema, es muy complicado, pero ella a pesar de ser una mujer que no apoya el aborto y de implementar varias leyes para su prohibición, tuvo el atrevimiento de hacer que la ex novia de su hijo mayor abortada en una clínica clandestina.

El rostro de Emris demostró encanto, la primera información que revele fue un chivo pesado que el no se va a perder.

Esta información hará tambalear de inmediato a la familia Monteros, después de todo atacamos de primeras a uno de sus pilares.

—¿Algo más que agregar?

—La clínica de ubica en el callejón rojo del centro de la ciudad. La pobre muchacha tuvo un aborto mal realizado y casi muere, eso sin mencionar que perdió su útero debido a este mal procedimiento.

Las bolsas con la comida y bebidas para llevar fueron dejadas en la mesa, no tardé en terminar de beber mi café frío y alzar mi cuerpo de mi asiento, tomando las bolsas que me iba entregando Emris.

—Espero que está primera información te sirva.

—Lo hace, créeme.

—Me alegra. Ya nos veremos otro día que necesites más información, o quizás en una celebración por el éxito de este primer movimiento. —Me despedí con simpleza, retirándome de ese café y dejando atrás al caballero.

Solo llevando conmigo la comida y una sensación de que esto puede salir bien.

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