El silencio que siguió a los gritos ahogados en el callejón fue casi peor que la violencia misma. Era un vacío denso, pesado, que parecía absorber todo el sonido a su alrededor. El sabor metálico de la adrenalina inundaba mi boca, una corriente eléctrica que recorría cada fibra de mi ser. Por un instante, me quedé allí, de pie sobre los cuerpos rotos de los Justicieros, mi aliento formando nubes blancas en el aire helado.
"Bien hecho", susurró Nera en mi mente. Su voz no era la de una bestia rabiosa, sino la de una estratega satisfecha, la de una reina contemplando un tablero de juego donde acababa de sacrificar dos peones del enemigo. "Sienten el dolor. Sienten el miedo. Este es el lenguaje que entienden".
Tenía razón. Pero la satisfacción fue fugaz, reemplazada por el frío cálculo que Ashen me había inculcado. Esta victoria no era un final; era el detonante. Un mensaje enviado era un mensaje recibido. Y la respuesta de Rheon no sería sutil.
Me moví. No huí, sino que me replegué, fun