—Umbra Lux —llamé, elevando la voz por encima del murmullo, por encima del miedo—. ¡Formación de contención!

Ni siquiera pensé la orden.

Simplemente salió.

Fue un reflejo antiguo, de entrenamientos bajo la luna con Dorian y Rheon, de noches en las que yo era la Luna que se aprendía cada posición del clan como si fuera una extensión de su propio cuerpo. “Formación de contención”: la estructura que usábamos cuando una amenaza desconocida cruzaba el borde del territorio y no sabíamos aún si se debía matar o encerrar.

Lo sorprendente no fue que yo lo gritara.

Lo sorprendente fue que varios respondieron.

Tres lobos de la periferia, dos de ellos viejos alumnos míos, se movieron casi sin pensarlo. Sus cuerpos se deslizaron unos pasos para formar la primera semiluna, no contra mí, sino entre la criatura y los cachorros que estaban más atrás. Una loba de pelaje oscuro empujó a un juvenil hacia la segunda línea, protegiéndolo con el cuerpo.

El instinto obedeció antes que el miedo. Hecate lo not