—Ay, Ren... si me dieras un centavo cada vez que digas eso...
—¡DÉJAME MORIR EN PAZ!
Ren estaba medio destruido física y emocionalmente, pero había algo diferente en el aire. Calido. Seguro. El tipo de silencio después del caos que sabe un hogar.
—¿Sabes? —murmuró Hyeon, mientras recogía el frasco y la compresa—. Me gusta cuidarte. Aunque me amenaza de muerte cada cinco minutos. Realmente te extrañé.
Ren bajó un poco la manta y lo miró.
—Gracias. Por... tu ayuda de enfermero pero no vuelvas a hacerlo. ¿Cómo es que se la metes a alguien inconciente?
—Estoy conteniéndome a niveles inhumanos, que conste.
—Idiota.
-Perder. Ven a desayunar y luego descansar.
Se quedaron en silencio un momento más. Luego, Ren susurró:
—Oye… ¿cuántos días crees que me va a durar esto?
—Lo suficiente para que no te atrevas a provocarme tan seguido.
—¡Jamás volveré a decirte nada! ¡Ni siquiera volveré a invadir tu espacio!
—Tarde —respondió Hyeon con una sonrisa felina—. Ya está grabado en mi memoria eterna.
Y