Agujas, hilos y amenazas.
El amanecer entró por la ventana del castillo como una línea delgada de luz, tímida, casi temerosa de tocarla. Lucía abrió los ojos lentamente, sintiendo el dolor en las costillas como un recordatorio cruel de que su cuerpo seguía cargando la violencia del duque.
Pero ese día… algo dentro de ella era diferente.
La noche anterior había soñado con papeles, telas, colores…
con vestidos que no existían en ese mundo.
con trazos que solo alguien de su vida pasada, como Laura, recordaría.
Por primera vez desde que había despertado aquí, sintió un pequeño destello de emoción.
Una chispa.
Una posibilidad.
Diseño.
Su verdadero sueño.
Su vida antes de la muerte.
Algo que no estaba escrito en la novela…
algo solo suyo.
Antes de que pudiera levantarse, alguien tocó la puerta con suavidad.
—¿Mi lady? —la voz de Alana, dulce, constante—. Traigo su desayuno.
Lucía se incorporó con una sonrisa pequeña, pero real.
—Pasa, Alana.
La joven entró con una bandeja llena de pan caliente, frutas y una jarra de