Moví la cabeza con serenidad:
—No lo olvides, Juan. Fuiste tú quien lo mató con tus propias manos.
El aire se volvió pesado, cargado de un silencio sepulcral.
Llamé al mayordomo para que lo echara, añadiendo con voz clara:
—Jamás perdonaré al asesino de mi hijo.
El día del aniversario de mi abuelo, regresé a Valencia.
Me encontré con los padres de Juan y su hermana, recién llegada del extranjero.
Me dijeron que lo habían expulsado de la familia y la nueva heredera era su hermana.
Como siempre, el dinero triunfa sobre la sangre.
Poco después, Juan fue arrestado por homicidio.
La verdad salió a la luz. Ana había intentado casarse con Juan con el embarazo, pero al descubrir que ya no era el heredero adinerado, perdió todo el interés.
Como el bebé sí era de Juan, Ana insistió en abortar.
Sin embargo, él la interceptó camino al hospital y la arrastró a un cuarto oscuro.
Él quería probar si Ana realmente tenía claustrofobia.
Resultó que Ana, presa del pánico, perdió al bebé.
Como en la vida