Otro poder

Priscila había sido empujada y sus rodillas se había herido ante el proceso rompiendo la tela de su pantalón. No le gustaba el dolor, era molesto, incómodo y su piel sangraba ensuciándola. ¿Quién demonios se atrevía a hacer algo como aquello?

Se giró mostrando sus colmillos para quedarse quieta. Detrás de ella había un cachorro pequeño, no muy grande ni tampoco tan chico, debía rondar los 18 años lobunos y apenas le llegaba a ella a la cintura. Los ojos del cachorro se llenaron de lágrimas.

Priscila guardó sus colmillos y se giró hacia él y lo miró.

-No llores- ella le dijo sin expresión en su rostro sobándose sus rodillas con raspones. La g

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