Layan ya no podía más, quería que su pareja se moviera, que supiera que era el verdadero placer mas no se movió.
-Pris- la llamó con cariño usando el diminutivo de su nombre.
Ella dejó caer su cabeza hacia un lado y lo miró. Su rostro se notaba tranquilo, aunque un notable sonrojo mostraba que ella también estaba casi al borde de la locura.
-Muévete amor- Layan le sonrió acariciando la cadera de ella- Yo te ayudo- sus manos se envolvieron a cada lado de su cintura.
Priscila puso sus manos sobre el abdomen de él como soporte. Ya no sentía dolor, pero no estaba acostumbrada a tener algo tan profundo dentro de ella y era incómodo y extraño. Era como sentirse llena, pero a la vez picando y que no cesara la sensación. Y dejándose guiar por las manos de Layan se dejó levantar un poco y se estremeció ante aquello grueso que sal&iac