Por Daniel Reed
Veo como mi pequeño hermano cabecea, intentando no quedarse dormido, mientras habla con la señora Lu y conmigo.
Benedict es un excelente hombre, no sé cómo ha logrado convertirse en lo que es con los padres que tenemos, aunque no recuerde nada de mi vida de ellos y solo flashes de algunas cosas de mamá, no hay nada más en mi cerebro y eso a veces me molesta.
—Creo que es hora de que me vaya y ustedes vuelvan a sus habitaciones a dormir.
—Tienes razón, Lu. Guatita llena, corazón contento, muchas gracias por la comida. Nos retiramos. Vamos, hermano.
—Hablando de hermanos, ¿saben que tienen un parecido increíble ambos? De verdad que parecen hermanos.
Las palabras de la señora Lu en vez de hacerme sentir feliz, me preocuparon. Si ella había notado el parecido, ellos que eran nuestro progenitores ¿no lo harían?
—Pues digamos que es un hermano de esos que dicen en las novelas perdido, pero es un secreto, mi querida Lu ¿puedes guardarlo?
—¿Cuándo no lo he hecho, mocoso? Si Ha