Blancos vs Azules

El señor pesadilla de la calle Elm nos hace dividir en dos grupos de diez y coloca en una pizarra nuestros nombres, así en el listado de mi equipo era la última y por lo que veía me tocaría con la rubia de farmacia de la tal Ana.

¡Genial! ¡Yupi! Estoy que me vuelvo loca de la felicidad (nótese mi sarcasmo) ¿A quién habré salido realmente? Porque de verdad que esta no era la Hanny que todos aman, en casa, digo.

En fin, deberé hablar con Vannah, ella me sabrá explicar lo que me puede estar sucediendo en menos de qué ¿veinticuatro horas? Con este sujeto. Algo tendré que hacer.

Comienza el primer combate y Jacobs, el más alto y atlético de nuestro equipo, se agarra a trompadas con Miles. Digno de pelea de gatas callejeras, porque al parecer ninguno de los dos sabía lo que estaba haciendo, ¡Dios, me iba a hacer pipí de tanto aguantar la risa! hasta que Jacobs le da un gancho de izquierda y Miles cae a la lona.

Lo peor, yo vitoreo a mi compañerito y nadie me sigue, así que con la frente en alto y poniendo mi cara de niña buena hago un cierre de boquita y me callo.

—Equipo blanco un punto —señala, el oficial Davis, marcando la pizarra y comienza a prepararse mi pobre nuevo mejor amigo Somerson.

—¡Me cago en dios! —musito al ver que le tocará con el mastodonte de Collins (¿Creen que después de ver a todos estos personajes ya no había enviado un mensajito a cierto hacker que conocía? Les falta calle, queridas, les falta) Ah, ¿en qué iba? Retomo, veo en cámara lenta como mi amigo suspira, está tan pálido que parece papel de arroz y creo que se pondrá a vomitar hasta la conciencia que debe tener o se termina haciendo del dos en los pantalones.

«Ya estamos fritos, den el empate de inmediato, por favor»

Pero eso no pasa y… dicho y hecho, el pobre de mi nuevo amigo y compañerito de equipo cae estrepitosamente como costal de papas al primer toquecito de esa mole de músculos y que conste que fue solo un cariñito solamente, soy testigo de eso.

—Equipo azul un punto— Ahora es Conrad la que sonríe de oreja a oreja, al final creo que estos dos también estarán haciendo su show aparte con el tema de los puntos pues se retan con la mirada con Davis.

Y así continúan las peleas, algunas más bravas que otras, quedando nuestro equipo, en este momento, cinco cuatro arriba.

Por fin era mi turno, pero ¿Qué debía hacer en este caso? ¿Cómo me enfrento ante esta gata sin demostrar lo que se? ¿me hago la mártir como Somerson? ¿la dejo y después la ataco? Estaba en ese dilema interno, que ni siquiera noté que el señor pesadilla había dado el vamos y recibo una fuerte bofetada en mi hermoso rostro, carita de Ángel y suavecita como potito de bebé.

—¡Oye! Más cuidado gata callejera.

Le grito, claro que le grito, mi hermosa mejilla arde de la puta madre y cuando me la estoy sobando la muy mustia se acerca para volver a golpearme, así que reacciono como la gata elegante que soy, me hago hacia atrás para esquivar el golpe y con mi mano libre sostengo la de la gata callejera y le hago una llave, dejándola inmovilizada.

—¡Suéltame, maldita!

—Cuida tus palabras, gatita, que con esa boquita comes— la suelto con fuerza y la pobre se desestabiliza cayendo estrepitosamente al suelo, desparramada como Patricio fuera del agua (nótese la comparación).

—Esta me las vas a pagar— de la nada se vuelve a levantar y dirige toda su humanidad hacia a mí. ¿Se han imaginado alguna vez estar viviendo como en una de esas series como Mcgiver o Man to Man o del doctor Strange, donde al protagonista como que le aparece frente a él una pantalla virtual y comienza a hacer hipótesis y cálculos?, pues así estoy ahora, a la nada de pasar a saludar a san Pedro si no me decido en una de las tantas alternativas que mi hermosa cabecita considera. Mido el ángulo, la fuerza y la distancia, más la velocidad y cuando está a punto de agarrarme, me muevo delicadamente hacia el costado para hacer que caiga nuevamente al suelo, incluyendo a su dignidad.

Escucho los vítores de mis compañeros de equipo y los abucheos del equipo de la gata callejera, dirijo mi mirada hacía el señor pesadillo y su ceño está fruncido.

«Esto no me gusta»

—¡Hannah!— escucho a Somerson gritar y maldigo el haberme fijado en ese ser oscuro como la noche, pues soy tomada por detrás, mi hermosa coleta es la más afectada y estoy que me lleva el diablo, pues la muy hijita de su mamá intenta lanzarme al suelo con esta supuesta llave de peleonera callejera.

—Te metiste con la persona equivocada, niñita.

—Creo que la que se metió con la persona equivocada has sido tú—miro al señor pesadilla y con toda la intención del mundo le guiño un ojo, levanto mi mano y sujeto el brazo de la gata callejera, posiciono mi cuerpo y en un acto digno del octágono del Duomo, muevo toda mi humanidad para lanzarla al suelo y aunque no ha soltado mi coleta me posiciono sobre ella para hacerle el mejor mata León de mi puta vida.

«Si me vieran los tíos Thomas y Enzo me estarían ovacionando»

La sujeto de tal forma que le estoy cortando la llegada de aire a los pulmones, de eso sé por lo que me enseñaron Ethan y Val, en el hospital (curioso, a ellos sí los trataba de tú ¿loco no?), pero la muy bestia no cesa en su intento de liberarse y de quitarme las extensiones que no tengo. Definitivamente se las está buscando, o me deja sin pelo o se queda lista para la mesa fría de la morgue local y creo que será la segunda opción, pues siento que su agarre va bajando en intensidad, lentamente.

—¿Te rindes, gatita?

—Su…suéltame, maldita.

—Tira la toalla, no eres rival para mí.

—Eso jamás.

Ella se lo buscó, no vengan después a decir que yo soy la mala de la historia. Sostengo nuestros cuerpos y vuelvo a hacer el intento de que me suelte, la levanto y vuelvo a lanzar al piso, pero no pasa, así que la aprisiono más su cuerpo y la hago rebotar en él como pelota saltarina.

—¡Suficiente! —ladra el señor pesadilla y veo que está frente a nosotras intentando separarnos.

—¿Tenemos árbitro o alguien tiene privilegios? —respondo mirándolo directamente a los ojos y sin soltar a mi presa.

—¡Suéltala, Cicarelli!, ya ganaste. Todos lo vimos.

—Pero si ella no se quiere dar por vencida, señor. Hace rato que ya he ganado la pelea, pero ella insiste más que mono porfiado, solo trato de defenderme ante sus ataques. Dígale a ella que suelte mi coleta.

—Eso ya lo sé, así que suéltala—ordena con esa voz de barítono que diosito le dio y por primera vez me produjo cierto escalofrío, pero no aflojo mi agarre, por lo que me mira ¿molesto?

—¡Qué más da!

De mala gana suelto a mi presa ¿o era mi juguete? que increíblemente me ha soltado el cabello y comienza a toser recuperando el aire que había perdido ¿Sufriría hipoxia? ¿se quedaría con menos neuronas de las que no tiene?

—Eres… una… maldita… fenómeno.

«Tremenda novedad, uff.»

—¡Silencio! No permito que se traten así entre compañeros.

—Pero si ella quería matarme.

—En eso está equivocada, recluta. Su compañera lo único que hizo fue defenderse de sus ataques, se lo dijo en más de una ocasión, la evadió y le pidió que no lo hiciera, pero usted no cesó en atacarla. Y, en definitiva, para eso era este primer enfrentamiento, para saber como reaccionarían frente a un atacante.

Definitivamente este hombre estaba loco ¿no? ¿Por qué no lo dijo desde un principio? Y nos ahorrábamos este doloroso momento, porque diablos que escuece mi delicado cuero cabelludo, necesito un cariñito de mi papi.

No sé si reír o llorar, pero la cara de todo el grupo es de ¿estupor? ¿espanto? O peor aún nadie se cree lo que dice el mentado señor pesadilla, hasta yo lo estoy dudando.

—Blancos seis, Azules cuatro.

Dice dejándonos ese mal sabor de boca que nos produce esta situación, la verdad es que si, lo que hice fue defenderme, pero no era porque no supiera hacerlo, era porque no sabía cómo medir mi fuerza y mis conocimientos. El tema, es que este tipo nos quiere probar que somos nada frente a él, estoy segura de que hasta apuesta por ver quién es el primero que escapa de este “Maravilloso lugar”.

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