Las miradas de los dos Alfas chocaron con violencia en el aire, y el rostro de Lucas se volvió aún más frío y severo.
Hablé desde detrás de él, con la voz firme. —Ángel, acepté tu propuesta la noche anterior a la ceremonia, pero eso no significa que aún desee aparearme contigo hoy.
—Lo siento. Entre nosotros todo terminó cuando tomaste aquella decisión anoche. No me casaré contigo.
Al escuchar mis palabras decididas, la mirada de Ángel se deslizó de mí a Lucas, y apretó los dientes para escupir, palabra por palabra:
—¿La… marcaste anoche?
Lucas respondió con frialdad, con un dejo de desafío:
—¿Qué crees tú?
Antes de que pudiera reaccionar, Ángel lanzó un puñetazo.
Lucas se tambaleó, y un hilo de sangre apareció en la comisura de sus labios.
—¡Te atreves a tocar a mi Luna! ¡Te mataré, maldito chucho de Piedra Negra!
Lucas me protegió, se sostuvo con firmeza, y con una chispa sanguinaria en la mirada, le devolvió el golpe sin dudar.
Ángel salió volando y se estrelló contra el estante de