En la víspera de nuestra ceremonia de apareamiento, Ángel, mi Alfa, había bebido demasiado y propuso tener una última noche de libertad. Sus manos no se quedaban quietas, vagaban sin pudor por el cuerpo de Sofía. Parecía que quería abandonar la fogata en ese mismo instante para estar a solas con ella.Y eso, justo la noche antes de nuestra ceremonia de unión. La noche antes de que yo, Camila, me convirtiera en su Luna.La fogata crepitaba. Los alfas de la Manada Pino Plateado, los betas de la Manada Sombra Lunar y mis asistentes lunares estaban mezclados, compartiendo risas, brindis y tensión. El aroma de carne asada y de hidromiel flotaba en el aire, apenas disimulando el trasfondo de deseo contenido.Ángel y Sofía, su amiga de la infancia, estaban absurdamente cerca. Su aroma dulce y empalagoso se mezclaba con el de él.—¿Ves, Sofía? —balbuceó Ángel—. Aunque nos conocemos desde niños, el destino tenía otros planes.Sus ojos se desviaron hacia mí antes de suspirar con fuerza y
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