El aire vibraba con una intensidad nueva, casi eléctrica. Oriana sentía su cuerpo diferente. Cada fibra de su ser estaba impregnada de poder, una energía que no estaba allí antes. Era como si su alma finalmente hubiera despertado por completo.
El fuego danzaba en la chimenea de la habitación donde Oscar reposaba. Gabriel se mantenía cerca, con los ojos oscuros fijos en ella, como si intentara comprender lo que estaba sucediendo.
—Algo cambió en ti… —murmuró Gabriel, dando un paso hacia ella.
Oriana apenas lo escuchó. Sus dedos hormigueaban, su piel ardía. Podía sentirlo todo. La madera crujía bajo sus pies, el viento agitaba las cortinas con una sincronización perfecta con su respiración.
Era como si el mundo hubiera cobrado vida a su alrededor.
Cerró los ojos e inhaló.
"Concéntrate."
Extendió la mano hacia la mesa frente a ella.
La sintió.
Cada partícula de madera, cada grieta en su superficie. Era parte de ella.
Sin esfuerzo, elevó la mano y la mesa se deslizó por la habitación, lev